viernes, diciembre 31

Time takes a cigarette and puts it in your mouth

sábado, diciembre 18

Eventualidades cíclicas

La bicicleta estaba cubierta de óxido y pintura derruida, los rayos era navajas dispuestas a repeler el contacto humano.

Tuvo que remover la bici de entre desperdicios y recuerdos, el altillo estaba mal iluminado y en su expedición se golpeó varias veces, aunque no le dio importancia.

Lo primero que tuvo que mover fue un triciclo(amarillo en su base, verde el manubrio, unos pedales de acero culminados en plástico azul, quizás negro) que le perteneció.

Al agitar el polvo (que cubría todo) estornudó, se pasó el dorso de la mano por el rostro y olió la polvareda, su asquerosa porosidad.

Se alejó para recobrar aire, luego, antes de sentarse , atrajo hacia si el triciclo. Le sacudió el polvo de encima y se quedó contemplándolo.

¿No había rojos?

No

Pero yo quería rojo

Ya sé, pero no había

¿No existen los triciclos rojos?

Existen, pero donde fui, lamentablemente, no había

Tendrías que haber ido adonde había ..¿no?

Se rió profundamente, mostrando todos los dientes. No recordaba como había terminado esa charla con su padre, quizás en una cachetada o en un silencio. Ya ni siquiera podía afirmar si era cierta. Tampoco importaba.

Hizo rodar por el suelo de madera el pequeño triciclo verde. Chilló un poco y golpeó contra una pila de papeles.

Luego, sin más juegos, sacó por completo la bicicleta. Su estructura era anticuada. Esta fuera de moda pensó, pero no lo dijo.

Sonrió y meneó la cabeza ante esa idea.

Comenzó a examinar la bici, estaba desinflada y cubierta de mugre. Con un trapo la limpio superficialmente. Algo de grasa se coló bajo sus uñas y se sintió niño otra vez.

De su frente cayeron unas gotas de sudor, aun así, continuó en su faena y limpió en profundidad. Luego, sin detenerse, la levantó y giró la rueda delantera, se trabó un segundo pero continuó rodando.

El repiqueteo de las cucharas (plásticas, de helado, multicolores) entre sus rayos se fue apagando.

Se sentó encima para probarla, puro fierro pensó. Si lo soportaba a él, su hijo no debía tener problemas.

Se quedó en silencio y volvió a apoyarla en el suelo. Colocó la cadena que, aún seca, conservaba grasa entre sus eslabones. Tomó el pedal y comenzó a girarlo con fuerza, haciendo círculos, revolviendo el aire.

La rueda giró frenética. Impulsivamente la frenó con su mano e hizo una mueca de dolor, se había lastimado un poco. Acomodó la bici en el suelo y se levantó sacudiendo su ropa.

Fue hacia la escalera y comenzó a descender del altillo, antes de que su cabeza desapareciera miró otra vez la montaña de basura.

No te hagas problema, te voy a comprar una nueva se escuchó desde abajo antes de que la rueda se detuviera, ahí, oculta entre el polvo.

lunes, noviembre 29

El día más frío del año

El sol siempre está oculto,
detrás de cielos muertos.
Sangre entre fantasmas.

Un diablo, sonriente y eufórico,
persigue alguna desolación
algunos besos rotos.
Transita como las madrugadas.

Creo que los años se leen entre líneas

agotado de palabras,
asfixiado en argumentos,
en serviles explicaciones.

Buscando con los ojos cerrados,
una paz muerta.

Deseo algún chupete de fuego
que descanse abrazado junto a mi
que me entregue a otro infierno
para poder alejarme asustado.

Pink

Bajé del tren y comencé a caminar para culminar el regreso a casa.
El día había sido agotador, solo otra maldita jornada de oficina.
Cuando llegué saludé a mi pequeña hermana y a mi padre. A él le hice un intrascendente comentario, no mucho más, estaba exhausto y me fui a dormir.
Cuando desperté escuché un extraño rumor, un tumulto ahogado.
Salí de mi cuarto, seguí por el pasillo (ese fotográfico túnel del tiempo) y llegué a la cocina. Confundido, vi una marea animal y peluda. Parecían conejos.
Al mirar detenidamente confirmé lo que mis ojos no deseaban admitir, eran conejos. Rabiosos y hambrientos arremetían desenfrenados contra una masa informe de carne.
Se desfiguraba su blanco en rosado por tanta sangre derramada.
Corrí para encerrarme en mi habitación, ese ultimo refugio.
Se oían olfatear por debajo de la puerta, golpeteaban serenos, esperando el momento adecuado, saboreando con tranquilidad su carnicería.
La casa estaba invadida, y lo supe enseguida, esa montaña de carne de la cocina eran los restos de mi hermana y mi padre.
Me acerqué a la cama y la empujé para bloquear la puerta, la trabé mientras se oía como comenzaban a roer la madera.
El sudor me agobiaba, podía sentir las gotas descendiendo, agolpándose en mi espalda y en mi frente. Me sequé con una sabana.
Luego, aún confuso, amontoné un par de muebles más contra la puerta.
Fui hacía la ventana y observé, el paisaje era desolador. La ciudad moría bajo una sangrienta furia. Solo restos, cuerpos devastados, montañas de carroña.
Un pájaro acometió contra la ventana inmolándose, buscaba mi carne.
Pude oír como comenzaba a resquebrajarse el vidrio con el impacto de un segundo pájaro.
Me senté y comencé a llorar, era el fin.

miércoles, noviembre 3

Jardinería

El pasto estaba elevado. Fastuoso, verde y devorador.

Mis pies se hundían cerca de la tierra pero no podían alcanzarla.

Enfilé al galpón para sacar la máquina de cortar pasto, de paso también tomé el rastrillo. A este último lo dejé junto a un limonero que entregaba oscuridad. El sol irradiaba aún oculto entre nubes.

El césped no ofreció oposición, se quebró sin suplicar. Al terminar no pude evitar sonreír.

Ya hace un tiempo no visitaba la casa de mis padres. Era un lugar abandonado, un tanto como yo, otro poco como fueron ellos.

Tomé una bolsa de residuos inmensa y negra para inundarla de verde.

Casi repleta la arrastré a la vereda y la cerré haciendo un nudo en la parte superior.

El dulce aroma del césped permaneció por un tiempo en mis manos.

sábado, octubre 30

Variaciones de la modernidad

El mundo es basto e ilimitado.
Samurái (1954) Hiroshi Inagaki

La red es basta e ilimitada.
Ghost in the Shell (1995) Mamoru Oshii

Linda

Un mundo fuera del mundo.

linda
linda
linda.

sábado, octubre 9

Timeless

¿Acaso esto es un sueño?
Blades of Blood (2009) Lee Jun-Ik

¿Estoy soñando?
License to Live (1998) Kiyoshi Kurosawa

viernes, octubre 1

De aquí y de allá

Creo que me he ido enamorando en estos últimos días.Es tan hermosa que me parece mentira...Esa atmósfera de ilusión y de misterio que la rodea -apenas si sé nada de ella- a veces me da miedo, y me digo: No puede ser real. Luego veo que es bien real. A veces es sencilla e infantil, y otras veces complicada y profunda. Sus ojos son tristes, pero sus labios son alegres, y me encantan su alegría y su tristeza. No puedo pensar, sino simplemente sentirme feliz en su presencia. Si eso es estar enamorado entonces lo estoy.

Una hoja en la tormenta - Lin Yutang

Recortes

Soñé otra vez. Hace mucho que no lo hacía, o al menos no lo recordaba. Mi pasado acumula sueños recurrentes, temores juveniles disfrazados.
En algún punto de mi vida adulta abandoné el miedo a ciertos futuros y así también, dejé de imaginar dormido.
Durante años la noche transcurrió atestada de oscuridad y en ocasiones, de viva diversión. Me sorprendió este regreso al viaje nocturno.

Los asados con amigos resurgieron con la calidez climática. La predisposición al vino y las entrañas nos arrinconó, volvimos a juntarnos. Esas gestas alimenticias solían prolongarse hasta entrada la noche, hoy también seguimos de largo jugando al truco, mezclando anécdotas con nimias novedades.
.
En el bar conocí a esa chica, nunca supe su nombre, me regalo un par de frases memorables, unas sonrisas y algunas caricias imperecederas. Era lo que necesitaba esa noche. Me engaño opinando que solo la necesité esa noche, todas las noches habría sido mejor. Definitivamente mejor. Quizás dijo su nombre.

Esta época es de días insólitamente cortos, famélicos. Como si la aceleración urbana me atropellara. Dormir cada vez menos, hacer cada vez menos. Los años ya son innumerables, los meses no son revisables. El tiempo se volvió amorfo, extraño, más críptico aún.

Hoy es lunes. Lo reveló el periódico (¿o fue en el despertador del celular?).
No entiendo demasiado porque volví a soñar, tampoco porque no importa el año, el mes o la estación, porque los asados se van y acaso, no importen. Porque selecciono una noche compartida con una mujer inalcanzable.
Pienso que toda información, toda memoria, ese regular registro, es inútil.
Despreció la mecánica de los días.

Me haría feliz
soñar un verano y que sea verano
soñar un asado y que sea un asado
soñarla a ella y que tenga nombre
soñar los días, para que nunca terminen.

sábado, septiembre 18

...y primavera otra vez




And i only hear
only hear the rain
And many rains turn to rivers
winter's here
and there ain't nothing gonna change
the winds are blowing telling me all i hear
oh it's a funny time of year

domingo, septiembre 12

Velvet

La mañana era calurosa aunque apta para emprender otra burda jornada que comenzaba. Caminar por el mismo sendero día a día hace, en muchas ocasiones, que un camino sea más extenso que los metros que lo conforman. Por eso intentaba, vanamente, alternar recorridos, buscando no la distancia más corta, sino la distancia justa.
Hoy cuando recorría las cuadras que una vez fueron mi escondite, mi planeta infantil y misterioso, no lograba ya encontrar en ellas alguna magia. Los sueños habían cedido a ciertas realidades, aún así, siempre creí que las ficciones, antes de que alguien las sueñe, debían haber sucedido.
Durante ese amanecer una esquina me remontó a una desconocida cuadra, a una calle nunca antes recorrida.
Al principio no me percaté de eso, pero irrumpiendo en la repetición apareció una imagen, absoluta por pequeña, una flor en un patio.
Era una ...... bordo, tan hermosa que me obligó a detenerme. Era inaudito, no porque nunca hubiera visto una flor, sino porque esta era completamente de terciopelo.
¿La soñaba o la veía? ¿Acaso una planta podía tener una flor de terciopelo?
Mientras la observaba me di cuenta que nunca había estado en esa calle, y por extensión, nunca había visto ese patio.
Ensimismado, de mis labios se escapo casi sin desearlo la palabra velvet.
Entonces una palabra surgió en ese vacío y descubrió el silencio que no había notado.
En inglés fueron las palabras que oí, me fijé en quien las había pronunciado para replicar un escueto si. Luego agregué significa terciopelo en inglés
Vi la persona que estaba en ese patio y me sorprendió ver a un niño que acaso no tendría más de doce años, él era quién me había hablado.
Me recordó el título de una película me expliqué sin obligación alguna.
¿Cuál? preguntó aquel diminuto ser humano.
Blue velvet contesté.
Terciopelo azul sentenció sonriendo satisfecho y continuó me gusta, aunque no sea el color de esta flor.
Esta es bordo afirmé.
Vino me corrigió mientras observaba algo distante la flor.
Nunca supe de colores, y además, con la somnolencia en la que me encuentro, las pequeñas diferencias son inmensamente pequeñas argumenté en mi defensa, y alentado por mi verborragia, pregunté ¿Viste la película Terciopelo Azul?
Nunca vi la televisión fue su respuesta.
Eso es prácticamente imposible, toda persona vio la televisión alguna vez ¿también vas a decir que nunca leíste un libro? lancé apresurado ante aquel chiquillo que parecía divertirse a mi costa.
El inmemorial rito de la lectura nunca me fue vedado, mientras que las invenciones artificiales del hombre, para paliar la insignificancia de su vida, nunca me resultaron interesantes explicó aplastándome con su mirada, confiado en sus filosas palabras.
¿Nunca viste la televisión con tus amigos siquiera? pregunté intrigado.
No tengo amigos dijo mostrando una lúgubre sonrisa. Esta es la primera vez que habló con una persona de hecho.
¿Y tus padres
? continué adentrándome en sus gestos, tratando de descifrar alguno de sus pensamientos .
No tengo padres dijo tan naturalmente que su ingenuo rostro pareció el de alguna figura mítica, se volvió casi intolerable al ojo humano.
¿Cómo? es absurdo y me reí, de la flor de terciopelo y de esa mañana, de sus palabras y de su rostro, de mi temor infantil a lo imposible.
Entonces comenzó a reírse. Su risa era una atracción demasiado poderosa, la misma que nacía desde su mirada.
Lo miré perplejo para preguntar ¿Qué es tan gracioso?
Tan solo me miro para decir
Usted todavía no entiende, solo esto puede existir, la flor, usted y yo. Y aguardó unos segundos como si se empapara del silencio matinal, y continuó esto sucede porque alguien quiso que así fuera, nada más puede existir. Yo en realidad no existo, nunca existí.
Al principio lo miré confundido pero después también yo comencé a reír.
Dije con sorna entonces yo tampoco existo¿no?.
Me miró a los ojos con la tranquilidad del que carga con la verdad y luego de suspirar con esfuerzo proclamó claro que no existe, ¿acaso no se dio cuenta? somos solo palabras.

Summers

Y eso que nunca me gustó el amarillo, realmente creí que no la usaría.
Alguién me dijo ya un tiempo después de esas vacaciones, no me gustan los colores llamativos(en referencia a algún naranja), creo que a mi tampoco me gustaban, me gustaron y me gustarán.
Sin embargo me compré esas bermudas de color amarillo.
Debe ser por la idea de vacaciones, y el calor, que en nuestra colectiva mente, implica también vacaciones.
Esa cuestión de, por dos semanas, jugar a .
Un lindo engaño de chillones colores.

sábado, septiembre 11

Afuera

Florerías

Podría buscar en ese kiosco. Ella sonrió y dijo, llevame a casa, de camino compramos las galletitas.
Eran esas que no pueden dejar de morderse, de membrillo pensé. Ella dijo de dulce de leche.
Estoy muy confuso ahora, con esto de amar en la madrugada, de que sea invierno.
Subí esa escalera en medio de la florería, me sentí extraño, quizás era por las enredaderas que trepaban por las paredes, eran verdes y llenas de pequeñas y nervosas hojas.
La puerta que abría al bar era y es aún hermosa, áspera y anciana, de otro tiempo, como aquello de nosotros.
Esta vez fui solo, solo deseaba recordar el momento en que descubrimos una verdad universal, solo nosotros podíamos descubrirla, no le importo a nadie más, eso estaba bien, eso estuvo bien.
Ahora despintas paredes en algún lugar y yo me voy a esa florería a esperarte.
Algún día te veré entrar.

Un café, por favor.

miércoles, septiembre 8

Precisiones

Mi fantasma me rasguñó para que te deje

se agradece
la música,
las pesadillas en futón,
el amor
y ese pequeño ascensor

(y la inmensa hoja de albahaca sobre la pizza)


martes, septiembre 7

Viajes

Viviendo un último minuto, una rendija a punto de estallar. Aclarando un inservible momento. Al menos ella duerme a mi lado pensé.
Sentí ganas de estrangularla, de arrojarla por la ventanilla, de decir algún basta.
Pero no a ella, nunca a ella. Solo a mi confusa mente.
Esa noche viajaba y volvía. El viento se colaba por la puerta trasera del colectivo agitando cabellos. El suyo y el mío.
Deseé perpetuar ese instante y también deseé que algunas palabras dejaran de vagar por mi cabeza. Algunas palabras nunca se detienen, acuchillan como una tempestad de ensueño.
Fue en aquel momento cuando sucedió mi muerte.
En el último asiento de un vehículo lleno de acero y plástico. Uno más de esos que, inútil, transita hacia un sitio solo para volver a despuntar su camino de regreso hacia otro lugar del que también indefectiblemente regresara.
La vida es siempre una vuelta pensé.
Nadie aún se había fijado en mi, se que habría gritos, lágrimas y alguna risa nerviosa. Quizás algún comentario gracioso, eso me encantaría.
Al principio no me creí muerto. No fue mi primera conjetura, es que nada había cambiado en demasía. Pero fue evidente cuando quise moverme, entonces una tremenda gravedad me aprisionó el cuerpo, deseé rascarme la frente y resultó imposible.
Mis ojos continuaban abiertos, contemplando los movimientos de los pasajeros a mi alrededor. Ellos se agitaban simbióticamente con el colectivo, compartiendo detenciones y aceleraciones.
Así fuimos atravesando cada parada y cada montículo de cemento, recorriendo oscuras callejuelas del conurbano, internándonos en un laberinto colmado de rostros con medianera. Nunca nadie descendió.
Quizás todos íbamos al mismo lugar.

viernes, agosto 27

Un sabado cáluroso

No hay nada que contar. Vi a una muchacha en el jardín y fui demasiado tímido para hablarle. Era un pedazo de Dios. Amén.

Retrato del artista cachorro - Dylan Thomas

lunes, julio 26

Relecturas

Buscando una conjura de necios, escarbando un corazón, que es también un cazador oculto, esperando hallar una mañana la primera nieve en el monte Fuji y pensar en tres impostores que vomitan un grito silencioso como si de una cuestión personal se tratara.
Tantas ficciones, tantos jardines colmados de senderos que se bifurcan.
Quizás este buscando ver bajo el sol a todos los hermosos caballos, como si fueran reflejos en un ojo dorado.
La vida es sueño, es un trueno entre las hojas, estalla como un llano en llamas.Si, gracias por eso, gracias el fuego.
Palabras, los demonios.
No existe, no existió y no existirá la verdad en una ni en su ausencia.
Es tiempo de dejar de jugar con esta rayuela.
Oh Señor...dinos cómo sobrevivir a nuestra locura.

The mind is a razorblade.

lunes, julio 5

La Mujer Del Cuadro (Parte I)

Abrí los ojos, el dolor detrás de mi cabeza era repugnante. De a poco empezaba a entender donde estaba. La alfombra olía mal y la humedad del ambiente acrecentaba el asqueroso olor. Giré sobre mi cuerpo para ponerme boca arriba, noté que el ventilador estaba apagado y su perfume aun flotaba en la habitación. Me senté en el suelo y examiné mi cabeza. Saqué el paquete de cigarrillos de mi bolsillo para tomar uno, lo encendí y volví a observar el techo. Necesitaba acomodar algunas ideas.

Laura.

Todo había comenzado con ese nombre. La vi por primera vez en una exposición de cuadros en Palermo, el lugar no prefiguraba nada especial, tan solo un taller de pintura con una mesa para bebidas y música de jazz como cortejo.

Mientras contemplaba un cuadro que no ocultaba su tristeza ella se puso a mi lado. En ese momento ella era solo otra muñeca de barro que fumaba sin parar.

Fue la primera en hablar

-¿Te gusta?

-Está bien, creo que me gusta

-A mí no

-Tan cubierto de rojo y negro, el cuadro está muerto. Es triste. Creo que por eso me gusta.

Me ofreció un cigarrillo y guardamos silencio, como siempre sucede, la había atrapado sin darme cuenta. Quizás fue lo que dije, o puede que solo le gustara mi manera de fumar. O el color de mis cejas. Una mujer solo nos pertenece porque ella así lo decide, siempre uno es el invitado en el deseo femenino.

Yo había ido a la exposición invitado por una mujer que finalmente no apareció. Ella había ido porque era su exposición de pinturas, ella era Laura T.

Luego de esa noche nos encontramos un tiempo después en la calle, en la ciudad, era invierno. Yo me ocultaba en mi piloto marrón, acababa de salir de un bar y ella entraba acompañada por un hombre. Me saludó y me invitó a su mesa, como no tenía nada mejor que hacer accedí, ese fue mi segundo error. El primero, que realmente me gustaran sus pinturas.

El hombre que la acompañaba era joven, al menos lo era para mí, creo que ella también era joven, pero esa era una cuestión diferente.

El se llamaba Patricio, su nombre me recordó al personaje de un libro, la historia de un cuchillero de Palermo, un tahúr de mala muerte que gustaba de sangrar las personas por puro juego. Su actitud era socarrona y altiva, un insolente. Igual que el de aquella historia. Le molestaba que estuviera ahí y no intentaba ocultar su disgusto.

-¿Que tomas?

-Nada, estaba por irme justamente por eso, estaba cansado de tomar

-¿Para qué entraste entonces?

-No tenía nada mejor que hacer

-Entonces podés irte tranquilo

Laura sonreía viéndonos aventar palabras por ella, Patricio fumaba y aplastaba los cigarrillos con violencia, creo que imaginaba que era mi rostro.

Me despedí al rato, en realidad debía ir a otro lugar. A mi oficina. Mi oficina era un cuadrado pequeño, solo un sillón y un escritorio, y una planta plástica tratando de hacer amena mi pequeña cueva. Lo único interesante era un sillón que había hecho de cama en más de una ocasión. Yo era un contador público, impuestos, juicios, jurisdicciones, gastos y cálculos. Algo de eso aunque nada era eso, difícil explicar lo que hace un contador, debe ser porque a nadie le interesa demasiado entenderlo, ni siquiera a un contador. La realidad era que la oficina era una pequeña fachada para dar domicilio en la Capital Federal.

Aunque también servía para, en ocasiones, pasar un buen rato, contadas ocasiones pero que habían sucedido, y esperaba, siguieran sucediendo.

Unos días después de ese fortuito encuentro un golpe en la puerta de mi oficina me alejó del libro que leía mientras fingía cumplir horas de oficina. Era Laura, no recordaba haberle dado mi tarjeta pero así había sucedido. Ni siquiera me saludo, dio por sentado que la esperaba, algo que podía ser cierto.

-¿Interrumpí ?

-Si, gracias por eso

-No sabes que mentir no hace bien, tenés un libro en la mano

-Es que deseaba aparentar profesionalismo. Nunca lo pude hacer.

-¿Mucho trabajo?

-Es lo bueno de no tener secretaria, nadie ve que no estás haciendo nada.

Río, tan naturalmente que casi me hizo creer que había sido gracioso. Nunca entendí que le causaba gracia, se reía por tonterías, por respuestas obvias, la simpleza la sorprendía, creo que porque su cabeza funcionaba demasiado rápido. Y eso siempre es peligroso.

Desconecte el teléfono y serví un par de tragos. Usualmente no llamaba nadie, pero ella no sabía eso. Bebimos, hablamos y fumamos, nada en demasía, pero las horas se fueron pasando. Coincidíamos en algo más profundo que nuestros modos de vida, nuestra apariencia o nuestras labores diarias. Creíamos en una decepción anterior a nuestra existencia, compartíamos una desesperación necrofilica.

Cuando dijo que se iba tuve que besarla. Y ella, silenciosa, cerró sus ojos para dejarse besar.

La Mujer del Cuadro (Parte II)

Nos vimos en varias ocasiones después de eso, ella solo dejaba entrever quien era, mostrando unas cartas con una mano solo para poder ocultar otras en su manga. Yo intentaba ser esquivo pero no lograba ocultar mi devoción hacia ella. Fue entonces cuando me contó el papel que jugaba Patricio en su vida.

Patricio había sido su novio. Se conocieron en la universidad, cursaron juntos unas materias y seguidamente, cursaron rondas nocturnas. En ese momento sus ideas eran similares, ideas que luego se fueron distanciando en teoría para acercarse en otros aspectos mucho más prácticos. Al parecer se habían amado, no comprendí bien como se había terminado su relación ni porque continuaban viéndose, tampoco quise saberlo.

Fue un mes después de ese primer encuentro en mi oficina cuando Patricio vino a verme. En cuanto entró intentó golpearme, esquivé su primer golpe pero no tuve tanta suerte con el segundo, me dio directo en el estómago. No creí que pudiera tener tanta fuerza. Me quedé arrodillado esperando otro golpe que por fortuna no sucedió. Solo se sentó en mi sillón y guardó silencio.

Me levanté para apoyarme en mi escritorio y saqué un cigarrillo, le pedí fuego pero ignoro mi petición. Entonces busqué en mi traje, tenía fósforos. Fumé un par de pitadas antes de hablar.

-¿Todo bien?

Me miró envenenado. Un sonrisa torcida se dibujo en su cara antes de decir

-No la veas más, solo eso tenía que decirte

-¿El golpe fue gratis?

-Es más claro de esa manera

Se levantó y fue a la puerta, antes de salir escupió en la alfombra. Me pareció realmente grosero, eso simplemente no se hace.

La vi esa misma noche, primero nos divertimos y luego, como al pasar, comenté

-Hoy vino a verme Patricio

Noté una mueca de dolor en su rostro, pareció que mis palabras la habían lastimado, sus ojos esquivaban los míos, buscó su paquete de cigarrillos y se puso a fumar.

-¿Que te dijo?

-Nada realmente interesante, una frase por acá, un golpe por allá

-No es bueno que estés conmigo

-Nunca supe lo que es bueno para mi.

Ella buscó mi boca y la besé con pasión, fue un momento poético, casi como clavarse un picahielo en el ojo. Algo me mordía en mi interior, era como una maldita inversión de números, algo simplemente no cuajaba.

Esa noche fue inolvidable como ninguna otra, no lográbamos hartarnos el uno del otro, nos arrinconábamos para olvidar y la piel era insoportable, inacabable.

Pasaron unos días antes de que me llamara pero esta vez era diferente, su voz se quebraba cada dos palabras. Por más extraño que parezca, no me sorprendió en lo más mínimo. Estaba angustiada, yo volvía de ver una película con un amigo y encaré para mi oficina, ella necesitaba verme. Era una noche claramente invernal, despejada y helada, sin un alma deambulando en la calle, solo iluminación vacilante.

Cuando llegué la encontré en la puerta de mi oficina, entrar al edifico parecía ser tan complejo como subir una escalera. Ella se ocultaba tras un gabán oscuro, bufanda y guantes. La abracé en cuanto la vi, sentí que se deshacía en mis brazos, la besé y sequé sus lágrimas, estaba somnolienta y confusa, solo alcanzó a decir entre sollozos

-Me quiere matar, está enfermo.

La hicé entrar y le serví unos tragos, luego de fumar logró dormirse un momento. Entonces escuché unos pasos frente a la puerta. Se oyeron unos golpes cortos y secos, la puerta cedió al cuarto golpe. Era Patricio, desencajado y con los puños apretados, definitivamente era más fuerte de lo que aparentaba.

Luego de eso todo sucedió muy rápido, se abalanzó sobre mi y antes de tocarme se desplomó. No comprendí que había sucedido. Fue entonces cuando noté que en las manos de Patricio había un revolver.

Giré hacía Laura y vi que su mano derecha estrujaba un arma, era una automática. Llorando desconsolada me abrazó y me entregó el arma. La tomé para guardarla en mi bolsillo. Ese fue mi tercer error.

Cuando logré tranquilizarla me acerqué al cuerpo de Patricio para comprobar si estaba vivo, fue entonces cuando todo se hizo oscuro. Un golpe en la nuca, así de sencillo.


Mientras fumo mi ultimo cigarrillo sé que el arma tiene mis huellas y Patricio esta muerto a mi lado, creo que hasta puedo oír un patrullero doblando la esquina. Es poco probable que ella olvidara llamarlos.

lunes, junio 14

Noctàmbulo


Un encendedor cerrándose y abriéndose. Solo para volverse a repetir. Abriéndose para cerrarse. El sonido danza metálico y fatuo acompañando el crujir del vagón, una clave musical para sonámbulos viajantes.
Alguien escucha música con auriculares inalámbricos y se apoya en el marco de la ventana. Llora inmortalizando una romántica canción.
Una joven oprime sus anteojos leyendo un apunte, un libro o quizás un paquete de gomas saborizadas artificialmente.
Un tipejo de edad incierta cabecea al vacío, persignándose cruelmente ante la madrugada que astilla hasta las manos enguantadas.
Llega una estación, como una que vendrá y otra que había pasado, una entre tantas. Se abre la puerta pero fragmentada, contenida por una mecánica oxidada.
Alguien desciende.
Se desliza rápido, pareciera correr, un par de zapatillas con jean. Los asistentes, distraídos por cansancio o por civilizados, restan importancia a esos pasos que martillan acoplados a la música del encendedor. También sienten eso por la detonación y por el grito posterior.
Tan simple como un disparo en la noche.
La música continúa girando, la chica no pierde palabra y el encendedor insiste en abrirse para volver a cerrarse. O quizás se cierra solo para volver a abrirse.
Ellos miran las ventanas, enmarcando una búsqueda que no sabían estaban realizando.

La noche es únicamente para los vagabundos. Y para aquellos que pueden pasar a su lado, sin verlos.

miércoles, junio 9

Del este

El tiempo pasó. Pero el tiempo se divide en muchas corrientes. Como en un río, hay una corriente central rápida en algunos sectores y lenta, hasta inmóvil, en otros. El tiempo cósmico es igual para todos, pero el tiempo humano difiere con cada persona. El tiempo corre de la misma manera para todos los seres humanos; pero todo ser humano flota de distinta manera en el tiempo.

Lo bello y lo Triste - Yasunari Kawabata


jueves, junio 3

Sonatine


Yo me pertenezco, pero soy posesión tuya; siempre habrá un dueño, y soy yo mismo, pero vos me poseés. Te entrego todas mis personalidades, no por decisión, sino por un sentimiento, irremediable.

¿Entendés mi música? Mi fantasma me rasgó para que te deje pero..

Hoy me perteneces. Toda tu integridad es mía. Yo secuestré tu vida y latigué sobre tu alma, como vos
Apuñalaste la mía

Me recordaste aquél páramo, una ciudad de anémicos fantasmas

Lo estiro y lo quiero desmembrar,
Solo para asegurarme
...de que ya no es mío.

Mi sangre tiene dos sangres,
y las dos
te aman.

(Monólogo soñado en un depto de Caballito hace diez meses)

miércoles, mayo 26

In a Lonely Place



I was born when she kissed me. I died when she left me. I lived a few weeks while she loved me.

Some kind of year

miércoles, abril 28

Ponderando el Minuto

El joven (así llamado por personas mayores) pulso el botón del elevador. Una puerta enrejada lo separaba de un vacío de cinco pisos.
El en ocasiones llamado joven se apoyó en la pared y esperó el ascensor. No se advertía ningún detalle que revelara la venida del mismo, pero él, encambronado en no usar las escaleras, siguió aguardando.
Solo pasaron unos segundos para que se fastidiara. Era un joven de esos que no lo son tanto pero aún así pierden los estribos desbocándose por la caída de alguna minúscula moneda en una rendija o por quedarse sin caramelos de menta en medio de una cita. Algo inestable se podía decir.
Continuó su espera por unos segundos, luego otros, y así durante cuarenta y cinco segundos.
Es difícil opinar acerca del enojo que expresaba su rostro, de sus patadas(de derecha e izquierda, jugador completo y de toda la cancha) hacia la pared o siquiera de los impropios improperios lanzados a toda la familia del elevador. Por fortuna, el ascensor no poseía ninguna, un hecho que no hace falta explicar.
Quizás un padre industrial, una matriz de fabrica como mayor parentesco, pero no mucho más.
Aunque si uno se pone a discutir acerca del origen de un ascensor debería desmenuzar cada uno de los elementos que lo habita, tanto del acero como la madera, el vidrio(en el caso particular que tenga) y las lámparas, la alfombra en algunos sensuales casos, pocos sensuales casos pero no por ello debería excluirse de esta descripción innecesaria pero inevitable.
Porque si uno piensa en un ascensor piensa en la comodidad, y si acaso esa comodidad no es negada por algún caso particular como este, es lógico una furibunda indignación hacia este mundo de bienestares cuyo objetivo final es la sencilla y placida regularidad, pero que luego, porque si, se nos es sesgada. Indignante , frustrante y antiamericano. Antisudamericano en este caso.
Volviendo al parentesco del ascensor, si acaso estuviera conformado en madera (no totalmente, eso seria una locura digna de un castor o un carpintero) podría uno hablar de una familia del ascensor. O quizás una familia de esa parte del ascensor. Porque se puede argumentar que la naturaleza conforma familias con sus árboles, o sea, ese árbol (que posteriormente cortado, procesado, vuelto a procesar y culminado en un triste enchapado de pared de ascensor) vino de una semilla, esa semilla vino de un árbol, que podría ser papá o mamá. O puede que esto sea hilar demasiado fino en un caso particular que es más que grosero.
Pero considerando la posibilidad de que existiera una familiaridad arbórea los agravios lanzados por el llamado joven (por su diarero, la señora del 3 C y por un señor muy venido a menos que le preguntó la hora ) serían pertinentes y el ascensor podría sentirse profundamente insultado. Entonces la demora se justificaría claramente.
Por fortuna el ascensor al segundo cincuenta y tres llegó al quinto piso y acabó con esa vileza de esperar. Porque es claro que, con tanto tiempo libre, uno podría cometer la locura de cuestionar hasta la mismísima existencia de Jesús, o de la internet.

martes, abril 27

Luces de la Ciudad














Subió al colectivo y sintió la mirada escrutadora del conductor. Pidió la tarifa mínima y se deslizó hacia el fondo.
Se acomodó el sombrero y ajusto la gabardina, comprobó los cigarrillos en su bolsillo y resistió las ganas de fumar.
Se contentó con observar las calles bajo la lluvia, Buenos Aires esta muerta pensó.
El viaje fue rápido, al bajar en su destino miró a los lados antes de sacar un cigarrillo, lloviznaba en ese momento. Asquerosa ciudad, nos une el espanto se repitió mientras la flama se acercaba a su rostro.
Se apeó en un bar, eligió una mesa cerca de la salida y espero largo rato, solo se tomó un par de tragos, no quería perder la lucidez.
Tuvo que esperar un par de horas antes de que ella entrara al lugar, ya era de madrugada.
Ella, ajustada en un vestido, con tacos y sombrero, se sentó junto a él antes de llamar al mozo.
-¿Qué estás tomando?
-Lo de siempre
-Entonces yo quiero otra cosa
– dijo y sonrió. Ella sonreía, era su truco, fingir felicidad. La mía y la de ella. La nuestra hubiera dicho ella.
Ella le pidió fuego con un gesto, él, como usualmente lo hacia, sacó un cigarrillo y lo encendió en su boca, luego, se lo entregó.
-¿Ya esta todo listo?
-Claro
– respondió ella, él vio la marca de sus labios en el cigarrillo que se extinguía, el humo se escapaba de sus labios. La odiaba. Y ella también se odiaba. Por eso escapaba con él, un estúpido empleado de su esposo. Un hombre sin vida, solo una valija y un paquete de cigarrillos.
Esa noche los aguardaba un viaje al interior, desaparecer unos meses en algún pueblo y luego cuando se enfriaran las cosas, salir del país.
A él todavía le ardía la nuca. Nunca había robado, aún menos había asesinado, pero uno desconoce demasiado de si, él lo había descubierto esa noche. Todo por ese par de piernas, en realidad, eso deseaba creer, que fue por ella.
Hizo un gesto al camarero y dejó el dinero sobre la mesa, ella encendió otro cigarrillo con el que se agotaba en sus dedos. Detestaba que hiciera eso.
No hay nada como buscar el amor en donde no existe, y no hay nadie más trágico que aquel que no puede verlo.
El destino es prescindible pensó antes de salir a la lluvia que ahora arreciaba.
En la calle la ciudad se extinguía, arrojó su cigarrillo al suelo he hizo un gesto para llamar un taxi, ella lo detuvo y lo beso en la boca. Fue maravilloso. La lluvia, su boca, el dinero en la valija.
Subieron al taxi y partieron hacia la terminal. Ella se durmió en su hombro y él no pudo dejar de contemplarla, resplandecía ante las luces de la ciudad .

jueves, marzo 25

DeLorean

si alguien encuentra mi corazón remitirlo a...
Leo en la pared de enfrente.
Un frío húmedo me empaqueta en la esquina. Ese frío negro y estéril, silente como el vidrio.
Un acero que superpone los nombres de calles se ofrece como columna vertebral y la utilizo para mi comodidad. En ese lugar resalto como una mosca en la ventana. Arruino el paisaje.
La madrugada ciudadana es de otros, los obviados. Y esta noche es para viajantes nocturnos.
Me roba el sueño esta cabeza conspiradora, esta cabeza ensañada en mirar nubes. Extraño las estrellas, fugitivas de tanta la iluminación urbana.
Pero igual aguanto ahí, colgando de una esquina, fumando entre cigarro y cigarro.
Frena el auto y me hacen el gesto habitual, la banda esta completa, vamos hacia algún lugar.
Me siento adelante y el auto acelera esperando infringir algo, viajar en el tiempo. Nada sucede, solo tomamos y giramos. Frenamos en un bar, jugamos un rato, hablamos, observamos. Sin entender esta noche, o aquella noche, o esa noche.
Son todas iguales, juguetes despintados.
El amanecer nos redescubre apagados, sonriendo por una gilada, creyendo, esperando, confiando en algún después

viernes, marzo 19

Del Viento y la Ciudad

¿Los bolsos están preparados?, preguntó Daniel a su padre, la madre de Daniel contestó adelantándose a su marido, esta todo listo.
Se escuchó el cierre del bolso, era negro con algunas franjas verdes.
Subieron al Peugeot marrón y partieron, el auto pateaba ocasionalmente, solo se detuvieron para ir al baño antes de encarar la ruta hacia la costa.
El viaje fue rápido, manejaba el padre, Daniel solo se ocupaba de observar el llano paisaje y de cebar unos ocasionales mates, también se dedico a leer unos cuentos de Kawabata, era un libro de tapa azul con una geisha dibujada.
Cuando llegaron a la ciudad costera preguntaron en una estación de servicio que calle era tal y que calle era cual. No les costó encontrar el lugar que habían reservado.
El auto respondió bien en la arena de las angostas calles, la temporada veraniega estaba terminando, aun así, era un clima agradable y placentero.
El hotel era rústico, tenía un pileta en el fondo a la sombra de unos pinos, la madre de Daniel se alegro de que tuvieran hamacas paraguayas para poder descansar a la tarde.
Daniel ayudó a su padre a descargar los bolsos mientras la madre hacia los arreglos correspondientes por la pequeña cabaña.
El aire era suave, el cielo diáfano y un rumor habitaba en los pinos.
Todo ok, dijo la madre de Daniel al entrar en la cabaña, la pieza era para los padres y él dormiría en el sillón. Aunque Daniel ya era grande no le molestaba dormir apretado en el sofá, además tenía la televisión para distraerse en caso de no poder dormir, algo habitual en él.
Los padres de Daniel se fueron a recostar y él se lanzó a recorrer algunas calles, vuelvo a la tarde, dijo y cerró la puerta. Los padres no contestaron , ya debían estar durmiendo.
Deambuló por muchas calles, subió a una duna y se quedo mirando a una pareja jugando al voley, cuando se aburrió se recostó en la arena, el viento era tenue y el sol apenas resquebrajaba las nubes. No hacía calor, más bien era un día fresco.
Por la tarde volvió a la cabaña y merendó con sus padres, charlaron un rato y después fueron a la pileta de agua climatizada. Daniel prefirió quedarse leyendo un libro en la cabaña.
A la noche salieron a cenar a una parrilla, antes de eso recorrieron la peatonal y compraron algunos recuerdos, entre ellos la estatua de un pirata , con parche y loro incluido.A Daniel no le pareció un lindo presente. Pero su padre declaró tal fascinación por la figura que fue imposible disuadirlo de no comprarla. Daniel se compró un libro en una tienda de usados y una remera negra con un simpático dibujo.
La madre solo compró un cenicero con el nombre de la ciudad.
La cena en la parrilla fue deliciosa y hablaron mucho tiempo, duró una par de horas la sobremesa, pidieron café y el padre de Daniel también pidió un whisky.
Cuando volvieron a la calle la noche se había vuelto aún más fresca, las calles todavía derramaban gente y vida, los padres de Daniel prefirieron ir a dormir, él se fue a un bar a tomar algo. Se prendió a un pool con un desconocido y salió en tablas, dos por bando. Después se quedó hablando con la mesera que resultó estar de paso hacía Bariloche, era simpática y tenía veinticinco años, solo un par de años menor que él. Quedaron en verse al otro día en la playa.
El camino de regreso lo hizo por la playa , se oía la convulsión del mar a unas pocos metros y el viento arreciaba. Las sacudidas de los arbustos lindantes a la costa, la arena agitada y el cielo encapotado anunciaban una borrasca de verano.
Al llegar a la cabaña Daniel se fue a acostar sin siquiera encender la televisión , el sillón era cómodo y se durmió enseguida.
El siguiente día amaneció fresco, se sorprendió al verse en la cama de dos plazas.
A su derecha no había nadie, escuchó un ruido de tazas en la cocina y salió del cuarto, vio entonces a su esposa calentando el café.
Te dormiste todo, dijo la mujer de Daniel. Hoy no vamos a poder meternos al mar, hace mucho frío.
Llovió toda la noche.

domingo, marzo 7

Página 326

Ahora me doy cuenta de que el verdadero encanto de la vida intelectual es su facilidad. Es la sustitución de las complejidades de la realidad por simples esquemas intelectuales, o de los desconcertantes movimientos de la vida por la muerte formal y tranquila. Es incomparablemente más fácil saber muchas cosas, por ejemplo, acerca de la historia del arte y tener ideas profundas acerca de la metafísica y de la sociología, que saber intuitiva y personalmente algo acerca de nuestros semejantes, y llevar relaciones satisfactorias con nuestros amigos y nuestras amantes, nuestra mujer y nuestros hijos. Vivir es mucho más difícil que el sánscrito, la química o la economía política. La vida intelectual es un juego de niños; lo cual explica el que los intelectuales tiendan a convertirse en niños, y luego en imbéciles, y finalmente, como claramente demuestra la historia política e industrial de los últimos siglos, en lunáticos homicidas y bestias salvajes. Las funciones reprimidas no mueren; se deterioran, degeneran, retrogradan al estado primitivo. Pero, entretanto, es mucho más fácil ser un niño intelectual, o un lunático, o una bestia, que un hombre adulto y armonioso. He aquí por qué, entre otras razones, existe tanta demanda de educación superior. Las gentes se abalanzan hacia los libros y las universidades como hacía los cafés. Quieren ahogar su conciencia de las dificultades que presenta vivir adecuadamente en este grotesco mundo contemporáneo; quieren olvidar su deplorable insuficiencia en el arte de la vida. Algunos ahogan sus penas en alcohol, mientras que otros, todavía más numerosos, los ahogan en los libros y en el diletantismo artístico; algunos tratan de olvidarse a sí mismos por medio de la fornicación, el baile, el cinematógrafo, la telefonía; otros, por medio de conferencias y ocupaciones científicas. Los libros y las conferencias son mejores para ahogar las penas que la bebida y la fornicación: no dejan dolor de cabeza, ni aquella desesperante sensación del post coitum triste.

Contrapunto - Aldous Huxley

domingo, febrero 28

De cómo me perdí la segunda vuelta

La puerta se abrió amedrentada y J.W. entró con un cigarrillo en la boca, había un aire infantil en su forma de caminar, aun así, sus muñecas no lograban esconder la violencia que ejercía su mudo cuerpo.
Se sentó frente a mí y apagó el cigarrillo en mi vaso. Algo lamentable, recién me acababa de servir.
-Gracias.
Me levanté para vaciar en la pileta de la cocina el trago viciado de tabaco. Cuando me volví a sentar en el sillón noté que la noche estaba en su apogeo, algo había en el aire nocturno.
J.W. no habló, encendió otro cigarrillo y se recostó en el sillón , lanzaba bocanadas de humo hacia el techo que se desperdigaban hasta desaparecer.
-¿Querés algo de tomar?
Él me miro y sacudió la cabeza.
-Sabés a que vine.
Ese cigarrillo negro no se despegaba de sus labios.
-A matarme.
J.W. sacudió la cabeza pero esta vez sonreía.
-Eso es una verdadera pena, era una linda noche para echar una siestita.
-Vengo a cobrar lo que debés, tu vicio te está matando, y está matando tu billetera también.
-No sé si soy vicioso porque soy infeliz o si soy infeliz porque soy vicioso.
-Eso lo escuché en algún lado.
-Tiene que ver con una película, todo tiene que ver con una película, esa pose, el cigarrillo moribundo, la pistola en la cintura, hasta tus inofensivos anteojos.
-¿Nueva?
-Vieja y francesa. En blanco y negro. Es algo extraño, si ves todo con calma, es como si lo pudieras filmar, sacando fotografías de las personas, de la perspectiva, del mundo que sucede alrededor, queda grabado si te tomás el tiempo.

-Puede ser.
-¿Y cuánto debo?
-No sé.
-Entonces debe ser mucho.
-Sino no me mandarían.
-Soy un hijo de puta, no porque no pueda pagar, sino porque no quiero, porque no me importa.
-Entonces no sirve seguir hablando.

J.W. se deslizó, su cuerpo ya no era torpe ni infantil, había algo de felino en sus golpes, desgarraba la piel, destrozaba el cuero.
Recuerdo haber escapado durante la golpiza, ni siquiera entiendo como sucedió, también me vienen a la mente unos disparos, esconderme en casa de mis viejos, tomarme un micro al interior, vivir un par de años por ahí, trabajar en un taller, en un restaurante, en un hotel, recuerdo enamorarme de una morocha preciosa, de perderla por dormir en la cama equivocada, de tener que tomar otro micro , de volver a lo de mis viejos, de encontrarme con J.W. y arreglar las cosas, recuerdo todo pero de manera enmarañada, gris y pasajera. Años observados desde la ventanilla de un ruidoso tren, un puñado de imágenes apresuradas y lejanas. Como si me atropellara el tiempo, empujándome hacia adelante, no habiendo elegido demasiado.
Solo una pila de memorias inútiles, olvidables y sin filmar.

sábado, febrero 27

The Wild Palms

Pero después de todo la memoria podía vivir en las viejas entrañas jadeantes: y ahora la tenía a mano, irrefutable y clara, y serena, mientras la palmera golpeaba y murmuraba, seca y salvaje, y débil, y en la noche, pero él podía afrontar la memoria, pensando:
No es que pueda vivir, es que quiero. Es que yo quiero. La vieja carne al fin, por vieja que sea. Porque si la memoria existiera fuera de la carne no sería memoria porque no sabría de qué se acuerda y así cuando ella dejó de ser, la mitad de la memoria dejó de ser y si yo dejara de ser todo el recuerdo dejará de ser. Sí, pensó. Entre la pena y la nada elijo la pena.

Las Palmeras Salvajes - William Faulkner

sábado, febrero 20

Viernes al sol

(Nuca) Esa nuca me pertenece pensé. La vi a la distancia caminando por la vereda y no me pude contener. Corrí desquiciado y la sacudí.
No vi nunca su rostro, se que tropezó y cayó en el pavimento.
Se desplomó como una fruta podrida, ni un sonido exhaló al rebotar en el suelo.
Me resultó ridícula su silenciosa caída.
Luego, seguí caminando.

(Espejos) Me cruzo con un escaparate que me descubre virulento. Me detengo para que me rinda cuentas pero se hace el sonso y permanece estático. Alguien pasa por detrás de mí y se refleja. Aquél transeúnte no le presta atención, no advierte como ríe esa asquerosa vidriera.
Prometo dejarlo pasar pero hace este otro gesto, uno sarcástico.
Estrello mi puño contra el vidrio y se parte en dos, cae como una guillotina en la vereda, implosiona como una ola.
Justo en ese instante veo al colectivo doblar en la esquina, eso me obliga a correr hasta la parada. No me agrada llegar tarde a la oficina.

(Vistas) Esta tormenta infernal no debe cesar. Este frío es tan enfermo y fuera de temporada que implica justicia. Es enero, el agua cruza el cielo y el granizo inunda las veredas buscando rostros.
Es una tempestad en verano. No lo creí posible al despertar pero me equivoqué.Se augura un furor impenetrable en los truenos y relámpagos, un sonido infinito y demoledor golpea al cielo. Espero que nunca acabe.
Me hace feliz la venganza celestial, es como oír a una divinidad bajándose los pantalones. Ahora la furia castiga la ciudad. La observo desde la ventana de mi oficina cubierta de alfombra y música funcional. Esta oficina es otra entre tantas de una ciudad inundada de fotocopiadoras y teclados color negro.
Es un verano encantador.
Alguien llama a mis espaldas y sé que es ella, vuelvo a mi trabajo esperando que la lluvia y el viento nos arrasen.
Aguardo por una tumba blanca, repleta de dioses muertos.

(Monedas) Me oculto bajo un toldo plástico, rojo y goteante mientras espero que deje de llover.
Un tipo se acerca y me pregunta si tengo monedas para el colectivo. Lo miro confundido, él repite si le puedo dar monedas.
Le lanzo un golpe en la nariz y se derrumba como un monigote. Lo pateo sin cesar hasta agotar mis fuerzas. Siento mojada la frente y pienso que es sudor aunque quizás sea un poco de lluvia.
El tipo solloza y escupe sangre, sus gemidos se confunden con la tormenta que sigue asfixiando a la ciudad.
El golpeteo de la lluvia en el toldo resulta una música embriagadora.

(Pool) Esa milagrosa ocho que responde al juego esta arrinconada. Esa negra linda está a punto de caer, solo hace falta un pequeño empujón, debo acertarle. Esa es mi tarea.
Me acomodo y tomo el taco con soltura, mis manos están cubiertas de sudor y las limpio en la remera. Apuntar, acertar, victoria.
Me detengo cuando voy a ejecutar el tiro, mi amigo me alcanza un vaso de cerveza y lo saboreo sin prisa. No dejo de observar la mesa y a esa última bola.
Termino mi trago y no vuelvo a tomar el taco. Solo me despido de mi amigo, me voy del bar.
Ese tiro final me aguarda en casa.

martes, enero 26

Film

(1)
No pensé que nos íbamos a volver a cruzar. Salgo del subte y el sol me encandila, es la hora en que el cemento arde estancado.
Escucho una voz que exclama mi nombre. No reconozco al principio quién habla, son solo unos tobillos frente a mi. Me quema levantar la mirada, uso mi mano como visera y veo el rostro de esa chica que ya había olvidado.
Es que el tiempo todo lo destruye pienso. Pero como en tantas otras ocasiones, la vida me tapa la boca. Al verla entiendo que no somos iguales pero somos los mismos.
Ella sonríe de esa extraña manera imposible de cambiar y yo esbozo una sonrisa como usualmente lo hacia. Siento que actuamos un papel conocido por ambos.
Pocas veces me alegro de verdad. Esta es una de esas ocasiones. Si me hubiera visto en un espejo no me habría reconocido. Alguien podía llegar a confundirme con una persona feliz.
Subimos o bajamos pregunto.
Ella alza los hombros restándole importancia y saca su eterno paquete de cigarrillos.
Subimos entonces digo.
Y al subir esos pocos escalones, la posible cámara que filma detrás de mí, queda cegada por el sol que desciende desde el cielo.

(2)
Negro. Vacío. Se difumina y surge la imagen. Al principio desenfocada. Se ajusta gradualmente como un amanecer. Estoy sentado en un bar y ella esta frente a mi. Es un bar pequeño, de unas cinco o seis mesas. Ella fuma, con lo que se adivina un salto de ciertas normas.
En la entrada del lugar esta sentada una señora de pelo pajizo y marchito. Su rostro esta despintado y sus labios poseen un rojo desencajado. Fuma cruzada de piernas sobre un taburete mientras la luz azul neón se cuela desde la calle atravesando la ventana y la persiana americana. Se lee Lucy en un pequeño cartel luminoso encima de la barra. Se ven numerosas botellas de licor, las etiquetas no son precisas y no se divisa a nadie atendiendo .
A una mesa de distancia de la nuestra están reunidas unas pequeñas personas que juegan a las cartas. Es extraño pero no desencajan un ápice, son tres y fuman bastante.
La primera imagen es de la señora despintada, luego la cámara gravita a través del pasillo pasando por alto a los jugadores y se afirma delante de nosotros.
La conversación, ya comenzada hace bastante, termina con estas palabras:
Estoy cansada dice mientras se apoya en mi cerrando delicadamente los ojos.
Le acaricio el cabello y prometo un Ya nos vamos.
Oscuridad. Esta vez dura un instante más de lo habitual, alimentando la respiración ante un inminente final.

(3)
La imagen es precisa. La cámara toma la escena desde un ángulo terrestre. Se ven volar papeles y hojas de periódico en un callejón donde se presume esta ubicado el bar que acabamos de abandonar. Hay un container a la derecha contra una pared y unos tachos de basura gris opaco en la pared opuesta.
Caminamos con un muro de ladrillos delante de nosotros que sirve de fondo para la escena.
La cámara esta situada detrás y aguarda inmovil mientras nos alejamos abrazados bajo una luz mortecina, nebulosa a causa de la exhalación nocturna.
Ella se apoya en mi hombro como si apenas pudiera caminar, y sin mirarla, le pregunto
¿Nos vamos a volver ver?
La imagen se funde en negro mientras la pregunta queda sin respuesta.
Un telón de tinieblas cae sobre nosotros.

sábado, enero 23

Desescribiéndonos









De nada.
Porque
no fue nada
.

Ese vagabundo quería entregar igual esa lapicera. Era una Parker de acero sin tinta pintada al óleo. Corrí media cuadra mientras él se alejaba. A pesar de no querer ese bolígrafo.
Lo primero que dijo fue que necesitaba cinco pesos para poder ir al albergue municipal y pasar esa invernal noche. O algo por el estilo, quizás no fueron sus palabras exactas. Estoy seguro de que no fueron sus palabras exactas.
Solo dijo, me faltan cinco pesos para poder dormir. Sin invernal, sin albergue, sin ribetes y sin romanticismo. Cinco pesos por la Parker, cinco pesos por dormir.
Y ella ahí conmigo. En esa esquina de bar repleta de avenida venida a menos. Pensé que nos interrumpían. Ella dejó de tomar su Martini y yo de de atacar los maníes.
Estaba divirtiéndome y puede que ella también.
Aunque recuerdo mudos momentos. Quizás midiendo un golpe inolvidable. Intentando darnos la piña de una vida.
Fue entonces cuando surgió el vagabundo de barba crecida en rojo. Con su traje beige de tan raído. Sus maneras me hicieron imaginarle algún distinguido pasado. Altivo se presentó y así se retiró. Me agradó excesivamente. Creo que a ella también.
En cuanto se fue, ella confesó que deseaba la lapicera. Por eso corrí para traer esa granítica Parker.
Recuerdo aún la errante sonrisa en cuanto lo alcancé, entendió en un segundo. Me justifiqué pero él prescindió de explicaciones.
Cuando ella volvió del baño vio la Parker sin tinta sobre la mesa y sin comentarlo siquiera, siguió tomando su Martini. Ahí noté un reflejo en esos hermosos ojos tostados, algo que no consideré fuera por mí. Por eso ahora, revisando el ayer, sé que me equivoqué.
Fue algo.

jueves, enero 21

Otro apunte


El libro de Bech

La vida se mordía la cola. Bech alzó la vista y contempló las montañas, verdes en primer término y azules en el último. Y la grandeza del teatro en que la naturaleza representa su estúpido ciclo le volvió a impresionar de nuevo, y aceleró el doloroso desarrollo de aquel miedo que llevaba en su interior, tan agarrado a sus entrañas como se agarra el primer fruto de una esposa elástica y joven. Se sintió más y más desesperanzado. Jamás se liberaría del miedo. Oculto en un robledal sobre un declive, se arrojó Bech con sañuda decisión sobre la tierra húmeda, y rogó a Alguien, a Algo, que tuviera piedad de él. Bech acababa de crear a Dios. Y , ahora, el silencio del universo creado dio a Bech la milagrosa cualidad de la voluntaria reserva, de aquel divino tacto que le permitía rezar abyectamente en el suelo embarrado, sin conseguir otra contestación que los conocidos murmullos, el rumor de la invisible vegetación que, como una red, se hundía más y más en el mar del cielo; de la gradual conciencia de que la población de la tierra es infinita, que un invisible escarabajo levantaba un poco una hoja muerta, y que varias hormigas rojas, formando un grupo de exploración, probaban laboriosamente la calidad de un bocado recién encontrado. Entonces, el rojo pulgar de Bech descendió.
Y llegó el momento en que el ilustre autor se levantó del suelo, e intentó quitase el barro de los codos y rodillas. Ahora, además de miedo y vergüenza, sentía ira, ira contra el universo por haber extraído de su mente una oración.


John Updike

martes, enero 19

Acerca de un rostro

Es por lo menos curioso ver el mundo a través de una pantalla. Tanta televisión, cine o computadora regalan una verdad a medias, encerrada. Existe un fuera de cuadro incalculable, de historias pequeñas o descomunales, detalles que se pierden aunque intentemos seguir con la mirada más allá de ese centro de luz proyectada.
Pero no pensaba en eso especialmente.
Pensaba en las páginas que muestran imágenes de personas. En la que vemos hogares, un abrazo, un hijo o un patio que no existe. Un mundo ajeno que no nos pertenece.
Me recuerda a aquél magistral relato de Borges y Bioy bajo el seudónimo de Bustos Domecq en donde se confesaba que los partidos de fútbol ya no ocurrían realmente, que eran solo una puesta en escena para hacernos creer que sucedían ..
Algo así siento con esas imágenes pegadas al monitor. Me veo observando detalles como un triciclo de tal o cual color, un mate de acero o de madera, una pared derruida o recién pintada. Viendo mascotas , reuniones y tapizados extraños.
Trato de comprender como olerá ese lugar, que imagen dibujara la sombra del amanecer bajo la mesa o cuánto polvo descubriría si tomara un libro incrustado en la biblioteca familiar..
Pensamientos acerca de.
Pero no puedo. Es solo imaginar jugando con vidas ajenas, sonrisas posibles y felicidad escondida. Son figuras interrumpidas y apagadas. Reflejos. No logro adivinar el motivo de esas galletitas sobre la mesa, del porqué un pan con manteca pero sin dulce de leche.
Porqué unas sonrisas sin merengadas.
¿Que se esconde detrás de esos retratos congelados?
Cuál será la historia. Una vida que no es nuestra aunque la comentemos.
Uno se siente bienvenido a mundo donde los links están abiertos y la soledad, se mide en megas.

Final con foto

Tiendo a confundir a las personas. No sé cual sea la razón, veo un rostro y luego, cruzando a algún posible desconocido, dudo indefectiblemente si debo agitar la mano en señal de saludo.
Existe cierta similitud en demasiada gente. Por fortuna esto no sucede con todos los rostros, eso es claro.
Recuerdo una serie de rostros masculinos (y alguno femenino) de características tremendas, que acaso por humanidad, resultan irrepetibles.
Ante estas, hay personas que, vacías de piedad, exclaman arrogantes un qué caripela o refrendan su pensamiento con un determinante qué cara difícil.
No voy a desligarme de ese lugar ya que en más de una ocasión fui uno de esos jactanciosos. Pero quien esté libre de culpa, que disfrute de esa suerte.
En definitiva el tema a consideración es otro. Y es que no puedo evitar confundir a las personas.
Recuerdo que una vez correteando por el parque vi un rostro que intuí familiar, mi natural indecisión me hizo recular y no lanzarme cual kamikaze al descubrimiento quizás fatal de que aquella persona no era quien yo realmente creía y principalmente, a la confirmación de que yo era un idiota.
Aunque no puedo culpar solo a mí desquiciada mente por estos accidentales entreveros. Se deben considerar además a las modernas armas de confusión que están al alcance de la mano. Es que la proliferación de rostros pequeños y pixelados de ilustres desconocidos es perturbadora. Tantos agregados y agregadas, tantos links y amigas de amigos agigantan el desconcierto y certifican con claridad que no se puede conocer a tanta gente.
Una de los hechos más categóricos fue el siguiente.
Sucedió (como tantas otras significantes venturas) viajando con un alto grado de acumulación corporal en el medio de trasporte interurbano por excelencia .
Fue justo al comenzar el viaje que uno de esos rostros conocidos se apiño cerca de mi. Siempre atento, observé de reojo evitando todo posible diálogo.
Es conocida (por mi) mi tendencia a esquivar personas como deporte estacional. Y con ese mismo objetivo mi brazo fue impecablemente colocado del pasamanos de una manera tal que, cualquier cruce de miradas, determinante para un obligatorio saludo, sea imposible.
El viaje se sucedió sin grandes sobresaltos pero el manifiesto desinterés por parte de la señorita me resulto extraño. Ella era una de esas personas de saludo espontáneo, sociable por naturaleza.
Consideré en su comportamiento una ley natural del madrugador que prevé la alegre jornada laboral, el silencio es salud.
Al llegar al destino común dejé descender el brazo obstructor para acabar como por casualidad con mi teatro del absurdo.
Toqué su brazo suavemente y exclamé, rozando la simpatía, un hola.
Ella me observó indiferente. Seguidamente replicó con un desapasionado hola.
Yo redundé en el saludo pero esta vez lo acompañé de mi nombre. Mi intención era evitar aún más complicaciones de las ya concebidas.
Ella solo repitió un escueto hola.
Comprendí presuroso mi error. Otra vez había confundido un rostro, ella no era ella. Me alejé triste y avergonzado. Es qué, por una vez, no consideré posible equivocarme.
Ahora, con el transcurso del tiempo y la distancia, y habiendo confundido innumerables rostros, personas y nombres, sospecho algo aún peor. Algo más probable. Quizás ella era ella, quizás esos rostros que creía confundir eran los acertados.
Pero eran ellos los que elegían confundirme a mi.

lunes, enero 11

33º

Que sofoco, me hago humo, den la alarma. Este vaho hediondo es un jab a mi cordura.
No debería haber bajado esa copa anoche, estuvo de sobra, esa otra copa más.
Me voy corriendo para el fondo.
Yo me bajo acá.
Me deleito con letras muertas de un diario políticamente correcto, sin gajos , sin dobleces. Estoy hastiado de tanta meseta.
El horóscopo me dicta al oído un hoy será y río mordiéndome las muelas, infladas de calcio para ratones, agujereadas de masticar al viento.
Me degüella este verano de sobras y sombras. Tan repleto de rancias celebraciones.
Recuerdo algún Noél de negro jugando con una navaja sobre el tejado. Otro sueño extraviado.
A pesar de que esa navaja sirve, corta y hace rodar.
Soy viruta y esta tierra escupe fuego. Ansiosa de devorar en un bello segundo.

sábado, enero 9

Fire in the house

Me gusta mucho Arcade Fire. Quizás porque fue una banda inesperada. No creí que el sonido indie americano (aunque son canadienses) me pudiera atrapar de tal forma. Lo primero que escuché fue su segundo disco, y al igual de como usualmente leo el diario, había comenzado desde el final.
La banda se lanzó con un EP en el 2003 que permitió que en el año 2004 publicaran su primer album, Funeral . El jovial titulo se debe a que durante la grabación del disco murieron numerosos parientes de los integrantes de la banda. Is a long way to the top if you wanna rocknroll dirian los AC/DC. Que puede inspirar más a un artista que la dolorosa vida ¿no?
Crown of love me puede , hay que escuchar ese gran tema llamado Rebellion (lies) y definitivamente, todo el Neighborhood. Un gran disco que los congració con críticos y músicos de la talla de U2 y David Bowie. Tanto así que el mismísimo Duque Blanco dijo que fue el mejor disco del 2004.




¿Su sonido? Los de una banda de rock. Si le sumás violines, acordeones, cello, piano y anda a saber que más, eso son lo Fire. Su música tiene algo de hipnótica, religiosmante oscura e inquietante. Aunque a mi entender es también una música feliz, alegre en su orquestal libertad. Pero es cierto, es una alegría melancólica .En definitiva, creo que uno debe escuchar para dictar su opinión, y claro, no dejar de disfrutar en el camino.
Su segundo disco fue Neon Bible, inspirada (?) en el libro de igual nombre del gran John Kennedy Toole (autor de esa magistral novela llamada La conjura de los Necios) y debo reconocer que esa posible vinculación me gustó demasiado. Este disco salió en el año 2007.
Los temas Keep the Car Running y No Cars Go te atrapan instantanemente, aunque mi canción preferida es sin lugar a dudas My body is a Cage, la ultima del disco. La mejor forma de terminar un discazo.




Los que me conocen saben de mi tenáz lucha contra la pirateria, aún asi, y en contra de algunos de mis principios, en los títulos de los discos están los links de descarga.

Set my spirit free.


miércoles, enero 6

Viejos días de Vodka


Compré una botella chica de cerveza, me senté en un banco en medio del claro y me sentí muy viejo. La escena que acababa de presenciar evocó en mi muchos recuerdos, no de cosas que yo había hecho sino de cosas que no hice, de horas malgastadas y momentos frustrados y oportunidades perdidas para siempre porque el tiempo había comido tanto de mi vida y yo jamás la recuperaría.

Días de Ron - Hunter S. Thompson

lunes, enero 4

Shallow grave


a rip for my enemy,

even when is so close

to sound like me


viernes, enero 1

Godet

Te esperé esta madrugada. Era una esquina marca cañón. Los bondis se apeaban sin pedir permiso, inexcusablemente roñosos. El sol ya salía. Pero faltaba. Por suerte siempre falta para la seule pute.
Por eso me empecé a manijear. A repetir esta perra me clavó, me mintió en la cara la descarada.
Me resuena en la cabeza el último disco de Wilco pero en realidad pienso en que tremenda banda son los Sonics.
Que un whisky es de hombres, los one liners siempre garpan y que el sombrero no debería haber desaparecido. Vivo desfasado. Que salame.
Y eso que tengo 30 años. Todo está muerto o hace como si.
Los recuerdo y canturreo como un bofe con patas, hamacándome frente a borrachines que escupen el suelo porque están atragantados de alcohol.
Me apoyo sin querer en el brazo de un desconocido y me disculpo con un gesto amarrete. Esta esquina ya esta atiborrada de canillitas, vendedores de flores y frula, de borrachines y perros alzados.
Porque elegiste esta esquina. Que turra . Sabés que me iba a sentir incómodo, me salta la térmica y me dan ganas de prenderme un faso. Pero todos me van manguear y me voy a quedar sin. Que bronca me das. Lo hiciste a propósito.
Como cuando me decís deja de fumar y te prendés uno en el mismo instante. Te va a hacer bien repetís. Y me haces mal. Concha de la lora, me encanta. No que me hagas mal, sino que me lo hagas vos.
¿Porque sos tan mina? Sos un despelote y yo un pelotudo. Me divierte todavía pensar en el idilio de las magdalenas rellenas de frutilla. Tu ausencia me lo recuerda.
Solo a mi me gustan. Claro, hasta que te conocí. Eso conquista a cualquiera. Como dicen el amor esta hecho de pequeños detalles.
¿O era la vida? Da lo mismo. Casi siempre da lo mismo.
A excepción de ahora que te veo bajar del bondi. Venís fumando tu cigarrillo, ya no es lo mismo. Porque sonrío y sé que no te voy a decir me dejaste dos horas esperando.
Pude haberme ido. Pero elegí no hacerlo. Decisiones lo que se dice.
Que hija de puta, si a casi nadie le gustan las de frutilla.

Conversaciones con una Iguana

Me senté en el sillón negro, de un cuero límpido y grasiento. En realidad era brilloso y pulcro, pero a mi me resultaba grasiento.
El gris de las paredes acompañaba el sepulcral silencio. El envilecimiento burocrático lo revestía todo.
Yo estaba sentado en una de esas pequeñas sillas (regularmente cómodas) de una de las dependencias impositivas de la administración de ingresos públicos de la nación, normalmente conocidas por el vulgo como AFIP.
Tenia el numero 14 D y la fila no presentaba intención de avanzar, tan aburrido estaba que comencé a observar.
Me detuve ante mi compañero de asiento. Un tanto más alta (y más profundamente verde) se erguía a mi lado una iguana vestida con elegancia. Se distinguía de su rostro un pequeño bigote más usual en otras épocas restrictivas de la historia de nuestro querido país.
Solo cargaba con un maletín negro que quise suponer no era de cuero real, habría sido una triste ironía.
Se veía tan aburrido como yo dormitando sobre su verde papada.
-¿Que número tiene?– pregunté un tanto formal. Siempre fui cauto cuando de reptiles se trataba.
-8 C–dijo un tanto siseante, aunque quizás fue solo la impresión. Nunca pude diferenciar entre mi percepción y la realidad.
-Yo tengo el 14 D– y mostré mi número como si fuera un niño enseñando su regalo de cumpleaños.
-Espero hace 1 hora y me parece que tengo para algunas horas más– explicó y se rascó la cabeza seguidamente.
Era increíble, uno pensaría que las iguanas estaban exentas de pagar los impuestos. El gobierno no se compadecía ni de los reptiles. Una verdadera locura.
-Son terribles los trámites administrativos, tan aburridos.... encima el único empleado que atiende es tuerto– dije señalando al cíclope que atendía nuestro mostrador.
-Es cierto. Pero esto es mejor que el segundo piso– aseguró. Luego sacó su fina lengua para intentar atrapar una mosca.
-Nunca fui , creí que solo era un mito, se comenta que son terribles los empleados del segundo piso…- dije mientras se esfumaba mi voz por el temor. La sola idea de acercarme a ese sitio me abrumaba.
-Yo fui– proclamó orgulloso para luego mirarme con sus amarillos y refulgentes ojos.
-¡No!– dije incrédulo –¿y como volviste?– me pareció un buen momento para dejar la formalidad de lado, aún en el caso de un reptil.
-Así, verde como me ves. Yo era un albatros. En el segundo piso, si tenés suerte salís así, sino ni salís– y seguidamente abrió su maletín para buscar algo.
-¿Que hay en el segundo piso?– pregunté extasiado ante la supervivencia del verde sujeto.
-Sirenas– dijo.
-¿Sirenas?– pregunté atónito –¿son lindas al menos?
-La verdad es que no, son bastante feas, son pez de la cintura para arriba– comentó entristecido.
-La peor clase de sirena– afirmé con nostalgia de novelescas sirenas.
-A mi me atendió un besugo. Creo haber visto un róbalo a lo lejos pero no aseguro nada, podía ser un salmón, nunca fue mi fuerte la fauna marina– argumentó la voluminosa iguana.
-¿Pero no eras un albatros?- pregunté sin fijarme en el efecto que podía causar esa pregunta.
-Lo que sucede es que mi mujer compra en pescadería, a los pescados recién los veo en el plato –comentó con la melancolía de quien ya no ve el mar.
-Claro–dije asintiendo– con lo caro que esta el pescado debes vivir a merluza.
-Que se le va a hacer, hay que adaptarse....- suspiró y entornó los ojos.
Luego de revolver su valija sacó un papel para enseñarmelo. Era el formulario 3333/3.
-¿Ves este papel? Es el formulario que traje de arriba, es la única forma de detener un juicio por causas equivocadas, o sea, si te inician un juicio sin razón, tampoco hay razón para detenerlo– concluyó con fría lógica.
-¿Puedo tocarlo?– pregunté mientras acercaba mi mano al rugoso papel.
Un tanto receloso alejó la hoja de mi alcance pero accedió satisfecho luego de atrapar una mosca que giraba encima de mi cabeza.
Era una hoja amarilla, consumida por el sol, tenía numerosas marcas de café y la información escasamente se podía distinguir. Una verdadera reliquia.
-La hoja esta bastante deteriorada– dije intentando no ser tan puntilloso.
-Es cierto–y me la arrebató de las manos- lo que sucede es que este es el primer formulario 3333/3 que entregan. Es lógico que este arruinado.
- ¡El primero! – comenté con asombro – Usted es muy afortunado – dije recuperando la formalidad. Noté que empezaba a tener apetito, quizás la mosca era solo un aperitivo.
-La suerte es lo de menos, para combatir a las sirenas hace falta carácter, sus explicaciones son hipnóticas, comienzan a parlotear de manera cadenciosa y recargada …y ya no hay forma de abandonarlas…..- sentenció solemne antes de tragarse una segunda mosca.
-Perdón la indiscreción pero ....¿como pudiste escapar?– ya sus largas uñas rasgaban el sillón y me crispaban los nervios.
Guardó silencio unos instantes antes de mirarme . Su lengua (ansiosa de otro insecto) no detenía su movimiento pendular. Esperé lo peor. Fue entonces cuando se aproximó a mi oído para decir: Fui en la hora del almuerzo
-¡Ahhh!– exclamé ante la genial simpleza.
-Pero como ves, todo tiene un precio, me llevé el formulario pero me quedé verde– dijo resignado ante su parcial victoria.
-Así funciona el sistema, no se puede ganar– pronuncié indignado.
Una voz titánica cruzó el opaco lugar y resonó con un ¡8 C!
-Mi turno– dijo la iguana y se fue reptando hacia el mostrador en una triste manera de ensuciar un bonito traje.

De Blancos y Tintos

Que aburrimiento pensó mientras estaba recostado sobre la mesa.
Una mano lo condujo sobre una botella de vino tinto y lo clavó, hundiéndolo con pequeños giros, despacito.
El sonido de la botella destapándose (ese pop) fue desolador.
Volvió a la mesa y pensó otra vez

Que aburrimiento.

Veía como los vasos se llenaban, la botella iba y venia y él ahí, recostado junto a un repasador, observando quietamente.

¿Que sentido tiene? Se preguntó.

Otra mano, esta vez femenina, lo elevó (apretándolo tiernamente) para luego sacudirlo de un lado a otro en un hipnótico vaivén. Vio acercarse los cajones e intuyó que llegaba la hora de regresar a la oscuridad.
Escuchó el cajón abriéndose antes de que la gentil mano lo depositara entre otros utensilios, luego, inevitablemente, el cielo se volvió negro sobre su cabeza. Le hubiera gustado suspirar.
Oyó los murmullos de las personas y deseó que hablaran de él, de cómo había colaborado, de que sin él no habría vino, ni reunión, ni felicidad.
Cuando las voces se apagaron supo que ya era tarde, la fiesta había terminado. Estaba seguro de que atravesaría una temporada antes de que volvieran a sacarlo de allí, en la casa no eran asiduos bebedores.
Anhelaba que fuera pronto.

Que sentido tenía él sino, ¿no?