jueves, abril 28

El mar y yo

Al comienzo el sol atraviesa la pared, me siento a esperar que deje de llover (es lluvia con sol) para poder salir a correr, tengo puestas unas zapatillas deportivas (aunque nunca tuve unas, soy muy poco deportivo) y un pantalón corto que deja poco a la imaginación.

Pero no para de llover y el sol desaparece, en realidad, solo deja de atravesar la pared, supongo que es de noche. No lo es. Excitado por las ganas de correr comienzo a dar vueltas por el living que es igual a mi living pero con pequeñas diferencias, el sillón esta limpio, un cuadro tiene una línea de color diferente, la televisión esta en un canal que usualmente no veo.

Me confundo. Comienzo a tropezar con el cuarto y me largo a correr bajo la lluvia. Obviando escaleras, puerta, asfalto y ciudad, estoy en una playa, la lluvia no es tal, es una bruma que no deja ver demasiado. Alguien corre a mi lado. Al final de la playa hay un supermercado, golpeo el suelo exclamando furioso maldita sea, lo arruinaron todo.

La persona a mi lado ya no está, unas lágrimas inmensas me mojan todo la ropa, son mías y son saladas.

Un perro negro y lustroso se acerca para mirarme, me da la impresión que comenta el tiempo es como un río, y los rostros pasan como el agua.

Me sumerjo en el mar, necesito cruzar al otro lado aunque no haya costa ni destino a la vista.

Mientras estoy en esa masa que debería ser agua y no lo es (o quizás si pero en ese caso es una agua inconmovible) no avanzo, no me hundo, no retrocedo, solo me mantengo, escarbando ese ser inmenso que cubre todo espacio, cada lugar.

No me atrapa. Tampoco me deja ir.

El mar y yo.

Eternamente.