domingo, mayo 15

Encomiendas


La silenciosa tarde se rompió con un estridente timbrazo. Terminé mi cigarrillo antes de ver por la ventana, era el cartero. Lo saludé. Hablé un rato con él de trivialidades como el tiempo, la vida y los perros. Firmé donde debía y lo despedí cortésmente luego de que me entregó una pequeña caja. Entré en mi casa y la abrí despreocupado en aquel día de lluvias otoñales.
Recuerdo que las hojas muertas se acumulaban en mi patio. Y un dibujo indescriptible se escondía detrás de las nubes.


Bill Song



Y soñé la explicación perfecta, contenía todas las respuestas, la garabateé a mitad de camino entre sueños y ensoñaciones, cuando desperté leí lo que había escrito, fue difícil de comprender al principio pero lo hice, decía

jueves, abril 28

El mar y yo

Al comienzo el sol atraviesa la pared, me siento a esperar que deje de llover (es lluvia con sol) para poder salir a correr, tengo puestas unas zapatillas deportivas (aunque nunca tuve unas, soy muy poco deportivo) y un pantalón corto que deja poco a la imaginación.

Pero no para de llover y el sol desaparece, en realidad, solo deja de atravesar la pared, supongo que es de noche. No lo es. Excitado por las ganas de correr comienzo a dar vueltas por el living que es igual a mi living pero con pequeñas diferencias, el sillón esta limpio, un cuadro tiene una línea de color diferente, la televisión esta en un canal que usualmente no veo.

Me confundo. Comienzo a tropezar con el cuarto y me largo a correr bajo la lluvia. Obviando escaleras, puerta, asfalto y ciudad, estoy en una playa, la lluvia no es tal, es una bruma que no deja ver demasiado. Alguien corre a mi lado. Al final de la playa hay un supermercado, golpeo el suelo exclamando furioso maldita sea, lo arruinaron todo.

La persona a mi lado ya no está, unas lágrimas inmensas me mojan todo la ropa, son mías y son saladas.

Un perro negro y lustroso se acerca para mirarme, me da la impresión que comenta el tiempo es como un río, y los rostros pasan como el agua.

Me sumerjo en el mar, necesito cruzar al otro lado aunque no haya costa ni destino a la vista.

Mientras estoy en esa masa que debería ser agua y no lo es (o quizás si pero en ese caso es una agua inconmovible) no avanzo, no me hundo, no retrocedo, solo me mantengo, escarbando ese ser inmenso que cubre todo espacio, cada lugar.

No me atrapa. Tampoco me deja ir.

El mar y yo.

Eternamente.