domingo, febrero 28

De cómo me perdí la segunda vuelta

La puerta se abrió amedrentada y J.W. entró con un cigarrillo en la boca, había un aire infantil en su forma de caminar, aun así, sus muñecas no lograban esconder la violencia que ejercía su mudo cuerpo.
Se sentó frente a mí y apagó el cigarrillo en mi vaso. Algo lamentable, recién me acababa de servir.
-Gracias.
Me levanté para vaciar en la pileta de la cocina el trago viciado de tabaco. Cuando me volví a sentar en el sillón noté que la noche estaba en su apogeo, algo había en el aire nocturno.
J.W. no habló, encendió otro cigarrillo y se recostó en el sillón , lanzaba bocanadas de humo hacia el techo que se desperdigaban hasta desaparecer.
-¿Querés algo de tomar?
Él me miro y sacudió la cabeza.
-Sabés a que vine.
Ese cigarrillo negro no se despegaba de sus labios.
-A matarme.
J.W. sacudió la cabeza pero esta vez sonreía.
-Eso es una verdadera pena, era una linda noche para echar una siestita.
-Vengo a cobrar lo que debés, tu vicio te está matando, y está matando tu billetera también.
-No sé si soy vicioso porque soy infeliz o si soy infeliz porque soy vicioso.
-Eso lo escuché en algún lado.
-Tiene que ver con una película, todo tiene que ver con una película, esa pose, el cigarrillo moribundo, la pistola en la cintura, hasta tus inofensivos anteojos.
-¿Nueva?
-Vieja y francesa. En blanco y negro. Es algo extraño, si ves todo con calma, es como si lo pudieras filmar, sacando fotografías de las personas, de la perspectiva, del mundo que sucede alrededor, queda grabado si te tomás el tiempo.

-Puede ser.
-¿Y cuánto debo?
-No sé.
-Entonces debe ser mucho.
-Sino no me mandarían.
-Soy un hijo de puta, no porque no pueda pagar, sino porque no quiero, porque no me importa.
-Entonces no sirve seguir hablando.

J.W. se deslizó, su cuerpo ya no era torpe ni infantil, había algo de felino en sus golpes, desgarraba la piel, destrozaba el cuero.
Recuerdo haber escapado durante la golpiza, ni siquiera entiendo como sucedió, también me vienen a la mente unos disparos, esconderme en casa de mis viejos, tomarme un micro al interior, vivir un par de años por ahí, trabajar en un taller, en un restaurante, en un hotel, recuerdo enamorarme de una morocha preciosa, de perderla por dormir en la cama equivocada, de tener que tomar otro micro , de volver a lo de mis viejos, de encontrarme con J.W. y arreglar las cosas, recuerdo todo pero de manera enmarañada, gris y pasajera. Años observados desde la ventanilla de un ruidoso tren, un puñado de imágenes apresuradas y lejanas. Como si me atropellara el tiempo, empujándome hacia adelante, no habiendo elegido demasiado.
Solo una pila de memorias inútiles, olvidables y sin filmar.

sábado, febrero 27

The Wild Palms

Pero después de todo la memoria podía vivir en las viejas entrañas jadeantes: y ahora la tenía a mano, irrefutable y clara, y serena, mientras la palmera golpeaba y murmuraba, seca y salvaje, y débil, y en la noche, pero él podía afrontar la memoria, pensando:
No es que pueda vivir, es que quiero. Es que yo quiero. La vieja carne al fin, por vieja que sea. Porque si la memoria existiera fuera de la carne no sería memoria porque no sabría de qué se acuerda y así cuando ella dejó de ser, la mitad de la memoria dejó de ser y si yo dejara de ser todo el recuerdo dejará de ser. Sí, pensó. Entre la pena y la nada elijo la pena.

Las Palmeras Salvajes - William Faulkner

sábado, febrero 20

Viernes al sol

(Nuca) Esa nuca me pertenece pensé. La vi a la distancia caminando por la vereda y no me pude contener. Corrí desquiciado y la sacudí.
No vi nunca su rostro, se que tropezó y cayó en el pavimento.
Se desplomó como una fruta podrida, ni un sonido exhaló al rebotar en el suelo.
Me resultó ridícula su silenciosa caída.
Luego, seguí caminando.

(Espejos) Me cruzo con un escaparate que me descubre virulento. Me detengo para que me rinda cuentas pero se hace el sonso y permanece estático. Alguien pasa por detrás de mí y se refleja. Aquél transeúnte no le presta atención, no advierte como ríe esa asquerosa vidriera.
Prometo dejarlo pasar pero hace este otro gesto, uno sarcástico.
Estrello mi puño contra el vidrio y se parte en dos, cae como una guillotina en la vereda, implosiona como una ola.
Justo en ese instante veo al colectivo doblar en la esquina, eso me obliga a correr hasta la parada. No me agrada llegar tarde a la oficina.

(Vistas) Esta tormenta infernal no debe cesar. Este frío es tan enfermo y fuera de temporada que implica justicia. Es enero, el agua cruza el cielo y el granizo inunda las veredas buscando rostros.
Es una tempestad en verano. No lo creí posible al despertar pero me equivoqué.Se augura un furor impenetrable en los truenos y relámpagos, un sonido infinito y demoledor golpea al cielo. Espero que nunca acabe.
Me hace feliz la venganza celestial, es como oír a una divinidad bajándose los pantalones. Ahora la furia castiga la ciudad. La observo desde la ventana de mi oficina cubierta de alfombra y música funcional. Esta oficina es otra entre tantas de una ciudad inundada de fotocopiadoras y teclados color negro.
Es un verano encantador.
Alguien llama a mis espaldas y sé que es ella, vuelvo a mi trabajo esperando que la lluvia y el viento nos arrasen.
Aguardo por una tumba blanca, repleta de dioses muertos.

(Monedas) Me oculto bajo un toldo plástico, rojo y goteante mientras espero que deje de llover.
Un tipo se acerca y me pregunta si tengo monedas para el colectivo. Lo miro confundido, él repite si le puedo dar monedas.
Le lanzo un golpe en la nariz y se derrumba como un monigote. Lo pateo sin cesar hasta agotar mis fuerzas. Siento mojada la frente y pienso que es sudor aunque quizás sea un poco de lluvia.
El tipo solloza y escupe sangre, sus gemidos se confunden con la tormenta que sigue asfixiando a la ciudad.
El golpeteo de la lluvia en el toldo resulta una música embriagadora.

(Pool) Esa milagrosa ocho que responde al juego esta arrinconada. Esa negra linda está a punto de caer, solo hace falta un pequeño empujón, debo acertarle. Esa es mi tarea.
Me acomodo y tomo el taco con soltura, mis manos están cubiertas de sudor y las limpio en la remera. Apuntar, acertar, victoria.
Me detengo cuando voy a ejecutar el tiro, mi amigo me alcanza un vaso de cerveza y lo saboreo sin prisa. No dejo de observar la mesa y a esa última bola.
Termino mi trago y no vuelvo a tomar el taco. Solo me despido de mi amigo, me voy del bar.
Ese tiro final me aguarda en casa.