lunes, julio 26

Relecturas

Buscando una conjura de necios, escarbando un corazón, que es también un cazador oculto, esperando hallar una mañana la primera nieve en el monte Fuji y pensar en tres impostores que vomitan un grito silencioso como si de una cuestión personal se tratara.
Tantas ficciones, tantos jardines colmados de senderos que se bifurcan.
Quizás este buscando ver bajo el sol a todos los hermosos caballos, como si fueran reflejos en un ojo dorado.
La vida es sueño, es un trueno entre las hojas, estalla como un llano en llamas.Si, gracias por eso, gracias el fuego.
Palabras, los demonios.
No existe, no existió y no existirá la verdad en una ni en su ausencia.
Es tiempo de dejar de jugar con esta rayuela.
Oh Señor...dinos cómo sobrevivir a nuestra locura.

The mind is a razorblade.

lunes, julio 5

La Mujer Del Cuadro (Parte I)

Abrí los ojos, el dolor detrás de mi cabeza era repugnante. De a poco empezaba a entender donde estaba. La alfombra olía mal y la humedad del ambiente acrecentaba el asqueroso olor. Giré sobre mi cuerpo para ponerme boca arriba, noté que el ventilador estaba apagado y su perfume aun flotaba en la habitación. Me senté en el suelo y examiné mi cabeza. Saqué el paquete de cigarrillos de mi bolsillo para tomar uno, lo encendí y volví a observar el techo. Necesitaba acomodar algunas ideas.

Laura.

Todo había comenzado con ese nombre. La vi por primera vez en una exposición de cuadros en Palermo, el lugar no prefiguraba nada especial, tan solo un taller de pintura con una mesa para bebidas y música de jazz como cortejo.

Mientras contemplaba un cuadro que no ocultaba su tristeza ella se puso a mi lado. En ese momento ella era solo otra muñeca de barro que fumaba sin parar.

Fue la primera en hablar

-¿Te gusta?

-Está bien, creo que me gusta

-A mí no

-Tan cubierto de rojo y negro, el cuadro está muerto. Es triste. Creo que por eso me gusta.

Me ofreció un cigarrillo y guardamos silencio, como siempre sucede, la había atrapado sin darme cuenta. Quizás fue lo que dije, o puede que solo le gustara mi manera de fumar. O el color de mis cejas. Una mujer solo nos pertenece porque ella así lo decide, siempre uno es el invitado en el deseo femenino.

Yo había ido a la exposición invitado por una mujer que finalmente no apareció. Ella había ido porque era su exposición de pinturas, ella era Laura T.

Luego de esa noche nos encontramos un tiempo después en la calle, en la ciudad, era invierno. Yo me ocultaba en mi piloto marrón, acababa de salir de un bar y ella entraba acompañada por un hombre. Me saludó y me invitó a su mesa, como no tenía nada mejor que hacer accedí, ese fue mi segundo error. El primero, que realmente me gustaran sus pinturas.

El hombre que la acompañaba era joven, al menos lo era para mí, creo que ella también era joven, pero esa era una cuestión diferente.

El se llamaba Patricio, su nombre me recordó al personaje de un libro, la historia de un cuchillero de Palermo, un tahúr de mala muerte que gustaba de sangrar las personas por puro juego. Su actitud era socarrona y altiva, un insolente. Igual que el de aquella historia. Le molestaba que estuviera ahí y no intentaba ocultar su disgusto.

-¿Que tomas?

-Nada, estaba por irme justamente por eso, estaba cansado de tomar

-¿Para qué entraste entonces?

-No tenía nada mejor que hacer

-Entonces podés irte tranquilo

Laura sonreía viéndonos aventar palabras por ella, Patricio fumaba y aplastaba los cigarrillos con violencia, creo que imaginaba que era mi rostro.

Me despedí al rato, en realidad debía ir a otro lugar. A mi oficina. Mi oficina era un cuadrado pequeño, solo un sillón y un escritorio, y una planta plástica tratando de hacer amena mi pequeña cueva. Lo único interesante era un sillón que había hecho de cama en más de una ocasión. Yo era un contador público, impuestos, juicios, jurisdicciones, gastos y cálculos. Algo de eso aunque nada era eso, difícil explicar lo que hace un contador, debe ser porque a nadie le interesa demasiado entenderlo, ni siquiera a un contador. La realidad era que la oficina era una pequeña fachada para dar domicilio en la Capital Federal.

Aunque también servía para, en ocasiones, pasar un buen rato, contadas ocasiones pero que habían sucedido, y esperaba, siguieran sucediendo.

Unos días después de ese fortuito encuentro un golpe en la puerta de mi oficina me alejó del libro que leía mientras fingía cumplir horas de oficina. Era Laura, no recordaba haberle dado mi tarjeta pero así había sucedido. Ni siquiera me saludo, dio por sentado que la esperaba, algo que podía ser cierto.

-¿Interrumpí ?

-Si, gracias por eso

-No sabes que mentir no hace bien, tenés un libro en la mano

-Es que deseaba aparentar profesionalismo. Nunca lo pude hacer.

-¿Mucho trabajo?

-Es lo bueno de no tener secretaria, nadie ve que no estás haciendo nada.

Río, tan naturalmente que casi me hizo creer que había sido gracioso. Nunca entendí que le causaba gracia, se reía por tonterías, por respuestas obvias, la simpleza la sorprendía, creo que porque su cabeza funcionaba demasiado rápido. Y eso siempre es peligroso.

Desconecte el teléfono y serví un par de tragos. Usualmente no llamaba nadie, pero ella no sabía eso. Bebimos, hablamos y fumamos, nada en demasía, pero las horas se fueron pasando. Coincidíamos en algo más profundo que nuestros modos de vida, nuestra apariencia o nuestras labores diarias. Creíamos en una decepción anterior a nuestra existencia, compartíamos una desesperación necrofilica.

Cuando dijo que se iba tuve que besarla. Y ella, silenciosa, cerró sus ojos para dejarse besar.

La Mujer del Cuadro (Parte II)

Nos vimos en varias ocasiones después de eso, ella solo dejaba entrever quien era, mostrando unas cartas con una mano solo para poder ocultar otras en su manga. Yo intentaba ser esquivo pero no lograba ocultar mi devoción hacia ella. Fue entonces cuando me contó el papel que jugaba Patricio en su vida.

Patricio había sido su novio. Se conocieron en la universidad, cursaron juntos unas materias y seguidamente, cursaron rondas nocturnas. En ese momento sus ideas eran similares, ideas que luego se fueron distanciando en teoría para acercarse en otros aspectos mucho más prácticos. Al parecer se habían amado, no comprendí bien como se había terminado su relación ni porque continuaban viéndose, tampoco quise saberlo.

Fue un mes después de ese primer encuentro en mi oficina cuando Patricio vino a verme. En cuanto entró intentó golpearme, esquivé su primer golpe pero no tuve tanta suerte con el segundo, me dio directo en el estómago. No creí que pudiera tener tanta fuerza. Me quedé arrodillado esperando otro golpe que por fortuna no sucedió. Solo se sentó en mi sillón y guardó silencio.

Me levanté para apoyarme en mi escritorio y saqué un cigarrillo, le pedí fuego pero ignoro mi petición. Entonces busqué en mi traje, tenía fósforos. Fumé un par de pitadas antes de hablar.

-¿Todo bien?

Me miró envenenado. Un sonrisa torcida se dibujo en su cara antes de decir

-No la veas más, solo eso tenía que decirte

-¿El golpe fue gratis?

-Es más claro de esa manera

Se levantó y fue a la puerta, antes de salir escupió en la alfombra. Me pareció realmente grosero, eso simplemente no se hace.

La vi esa misma noche, primero nos divertimos y luego, como al pasar, comenté

-Hoy vino a verme Patricio

Noté una mueca de dolor en su rostro, pareció que mis palabras la habían lastimado, sus ojos esquivaban los míos, buscó su paquete de cigarrillos y se puso a fumar.

-¿Que te dijo?

-Nada realmente interesante, una frase por acá, un golpe por allá

-No es bueno que estés conmigo

-Nunca supe lo que es bueno para mi.

Ella buscó mi boca y la besé con pasión, fue un momento poético, casi como clavarse un picahielo en el ojo. Algo me mordía en mi interior, era como una maldita inversión de números, algo simplemente no cuajaba.

Esa noche fue inolvidable como ninguna otra, no lográbamos hartarnos el uno del otro, nos arrinconábamos para olvidar y la piel era insoportable, inacabable.

Pasaron unos días antes de que me llamara pero esta vez era diferente, su voz se quebraba cada dos palabras. Por más extraño que parezca, no me sorprendió en lo más mínimo. Estaba angustiada, yo volvía de ver una película con un amigo y encaré para mi oficina, ella necesitaba verme. Era una noche claramente invernal, despejada y helada, sin un alma deambulando en la calle, solo iluminación vacilante.

Cuando llegué la encontré en la puerta de mi oficina, entrar al edifico parecía ser tan complejo como subir una escalera. Ella se ocultaba tras un gabán oscuro, bufanda y guantes. La abracé en cuanto la vi, sentí que se deshacía en mis brazos, la besé y sequé sus lágrimas, estaba somnolienta y confusa, solo alcanzó a decir entre sollozos

-Me quiere matar, está enfermo.

La hicé entrar y le serví unos tragos, luego de fumar logró dormirse un momento. Entonces escuché unos pasos frente a la puerta. Se oyeron unos golpes cortos y secos, la puerta cedió al cuarto golpe. Era Patricio, desencajado y con los puños apretados, definitivamente era más fuerte de lo que aparentaba.

Luego de eso todo sucedió muy rápido, se abalanzó sobre mi y antes de tocarme se desplomó. No comprendí que había sucedido. Fue entonces cuando noté que en las manos de Patricio había un revolver.

Giré hacía Laura y vi que su mano derecha estrujaba un arma, era una automática. Llorando desconsolada me abrazó y me entregó el arma. La tomé para guardarla en mi bolsillo. Ese fue mi tercer error.

Cuando logré tranquilizarla me acerqué al cuerpo de Patricio para comprobar si estaba vivo, fue entonces cuando todo se hizo oscuro. Un golpe en la nuca, así de sencillo.


Mientras fumo mi ultimo cigarrillo sé que el arma tiene mis huellas y Patricio esta muerto a mi lado, creo que hasta puedo oír un patrullero doblando la esquina. Es poco probable que ella olvidara llamarlos.